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Una planta con flores que vivió hace 30.000 años ha vuelto a vivir gracias a la laboriosa tarea de un grupo de investigadores rusos que han desenterrado un fruto enterrado en el suelo helado de Siberia y han conseguido replicar nuevos ejemplares utilizando los tejidos conservados bajo cero durante milenios.
Científicos del Instituto de Biofísica Celular de la Academia Rusa de Ciencias han encontrado, en la madriguera de una ardilla ártica del Pleistoceno, frutas y semillas congeladas en el permafrost siberiano a 38 metros de profundidad durante más de 30.000 años.
Se cree que las bellotas fueron almacenadas por una ardilla junto a otras 600 mil semillas y frutas antiguas, conservadas bajo depósitos de hielo en Siberia, y a partir de sus tejidos los cientificos han logrado hacer crecer una planta con flores, que pudo formar parte del paisaje de los mamuts y otras especies que vivieron durante la era glacial. Los científicos extrajeron células de la placenta de las frutas y las cultivaron para generar nuevas semillas. Varios años después, esas semillas dieron plantas floreadas. Se llama Silene stenophylla y es la planta más antigua que ha sido regenerada hasta ahora. La semilla, de ‘Silene stenophylla’, una planta herbácea del Pleistoceno, ha estado enterrada 30 milenios en el permafrost siberiano. Y lo que es más sorprendente: es fértil y produce flores blancas y semillas viables. El experimento demuestra que el permafrost -la capa permanentemente congelada en los niveles superficiales del suelo de las regiones muy frías- sirve como depósito natural de formas de vida ancestrales, según concluyen los autores en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences. «Consideramos que es esencial continuar los estudios del permafrost en busca de genes de poblaciones ancestrales, formas de vidas preexistentes, que hipotéticamente han desaparecido de la Tierra», manifiestan los científicos en el artículo. Svetlana Yashina, responsable del estudio, asegura que la planta regenerada es muy similar a su versión moderna, que aún abunda en la misma área en el nordeste de Siberia. Ella y su equipo encontraron el fruto después de examinar decenas de madrigueras fosilizadas ocultas bajo depósitos de hielo junto río Kolima, en Siberia, en sedimentos de entre 30.000 y 32.000 años de antigüedad. «Las ardillas cavaron la tierra congelada para construir sus madrigueras, que tienen el tamaño de una pelota de fútbol, colocando paja primero y luego pelaje animal para crear una cámara perfecta de almacenamiento a varios grados bajo cero; es un criobanco natural», explicó Stanislav Gubin, coautor del trabajo. |