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Fallece Oscar Niemeyer, el ultimo exponente del modernismo arquitectonico

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El arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, tal vez haya sido el único hombre que pudo inventar una ciudad entera en un papel y pudo verla de pie cuatro años después. Padre de los principales edificios públicos de Brasilia, la ciudad que ayudó a crear en medio de la nada a mediados del siglo pasado junto con el urbanista Lucio Costa para ser la nueva capital del país y uno de los genios de la arquitectura mundial, falleció esta madrugada, a los 104 años, en Río de Janeiro, la misma ciudad en que nació y que inspiró las curvas de su pluma. El arquitecto cumpliría 105 años el 15 de diciembre. 

El renombrado artista falleció a las 21.55 hora local (23.55 GMT) a causa de una infección respiratoria, según informó el Hospital Samaritano, donde estaba ingresado desde el pasado 2 de noviembre a causa de problemas gástricos que se agravaron en los últimos días con otras complicaciones propias de su avanzada edad.

“No le gustaba hablar de su salud, nunca habló de muerte, solo hablaba de vivir. El equipo médico tenía la esperanza, pero había la fragilidad de un señor de 104 años”, dijo el doctor Fernando Gjorup, quien en los últimos 15 años fue su médico de cabecera y el responsable de dar los partes diarios durante su hospitalización.

Nacido el 15 de diciembre de 1907 en Río de Janeiro, Niemeyer perdió este año a su única hija, Ana María, fallecida a los 82 años en el mismo hospital.

El último de los grandes representantes vivos del inicio del modernismo (Mies van der Rohe, Le Corbusier, Walter Gropius e Alvar Aalto fallecieron hace más de 30 años), Niemeyer tenía el talento de doblar el concreto. En la mayoría de sus obras el principal elemento es la curva, la misma que le da la vuelta al mundo o que le da forma al cuerpo de una mujer. “No me atrae el ángulo recto ni la línea dura e inflexible creada por el hombre, lo que me atrae es la curva libre y sensual, la curva que encuentro en las montañas de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer preferida, y las del universo”, decía Niemeyer sobre su obra.

Con 28 años, Niemeyer habia comenzado a trabajar con Lúcio Costa, el gran arquitecto brasileño del Movimiento Moderno. Con 32, ya tenía encargos importantes a su nombre y había ligado su nombre al del pintor y paisajista Roberto Burle Marx, el gran cómplice de su carrera.

Actualmente, trabajaba en varios proyectos, como un centro cultural en Marruecos y una biblioteca en Argelia. Para dejarlo feliz durante la internación, bastaba contarle sobre alguno de esos proyectos.

La repercusión internacional de su obra lo llevó a ganar incontables premios consagradores, entre los más importantes, el Pritzker, considerado el Nóbel de la arquitectura, en 1988, y el Príncipe de Asturias, en 1989.

 

En una entrevista a ABC al  cumplir los 100 años, Niemeyer contó que llevaba la vida conforme ella se lo permitía. De su longevidad decía: “Digo siempre que tengo sesenta años, satisfecho de hacer todo lo que hacía a esa edad”.

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