La topografía y el contexto social son dos aspectos fundamentales de un artscape. Todo el mundo vive y observa el paisaje. Sin embargo a menudo algo se escapa o no podemos entrar en contacto con el mundo que nos rodea. El arte posee la capacidad de detenernos, de ralentizar nuestro ritmo y de restituir el valor del tiempo a la lentitud de la contemplación. Los espacios creados definen un paisaje capaz de condicionar y de influir al observador. El paisaje se convierte en la memoria de quien lo vive y en un instrumento para ser utilizado en la valoración y en la búsqueda de un espacio físico arquitectónico. |