Esquinas/Rincones, Panorama/Refugio
Artículo redactado por la Arquitecta y Planificadora Urbana Cira Szklowin (cira@paisajismodigital.com) . Profesora a cargo del Curso Paisaje y Espacio Público de reciente apertura en nuestro campus virtual
Aproximación semiótica a lugares privilegiados para la socialidad urbana, y a formas de apropiación física, simbólica e imaginaria influenciadas por el nuevo régimen discursivo-espacial global.
Ciudad y Espacio Público
La gente habita, simboliza e imagina en escalas espaciales imbricadas, y navega simultáneamente por distintas temporalidades, pasando abruptamente de una a otra para satisfacer deseos de encuentro e interacción social. La ciudad y sus espacios públicos albergan lugares de encuentro donde se dan prácticas y expresiones localizadas de la vida pública y social. El sentido global de la ciudad y la socialidad urbana (dimensión erótica de la ciudad, según Barthes), como productos colectivos interactivos y comunicativos, generan permanentemente redes de significación que se condensan, despliegan y circulan en una trama espacio-temporal en la que ciertos significantes materiales y simbólicos del espacio público, son instituidos como lugares de encuentro e intercambio social.
“Las ciudades se constituyen más allá del patrimonio edificado. Recorridas por los sentidos e imaginarios…, son antes que “objetos reales”, el producto de los imaginarios sociales que pueblan cada rincón y que dejan huella en las vivencias y prácticas colectivas…” [1] El espacio público, patrimonio común que sustenta el modo de vida urbano, es “…una posibilidad abierta de juntar, que existe sólo … a partir de sus prácticas,…reconocido sólo en el momento en que registra las articulaciones sociales que lo posibilitan….Lo urbano es una forma radical de espacio social, escenario y producto de lo colectivo haciéndose a sí mismo, un territorio desterritorializado…relaciones sociales hechas de simultaneidad, dislocación y confluencia.
El lugar, espacio representacional construido social y acumulativamente a partir de atributos del espacio público y experiencias personales e intersubjetivas, es marcado por el uso y disfrute como interfaz perceptual y discursiva entre la ciudad y la gente. El sentido de lugar es una señal imaginaria de implicación afectiva, producto experiencial generado por la práctica comunicacional.
El nuevo paradigma perceptivo instaurado por la globalización, las nuevas tecnologías aplicadas a la espacialidad social y los medios de comunicación social, influencian la construcción socio-cultural de la experiencia cotidiana. Emergen nuevos tipos de relaciones sociales, lugares de encuentro y experiencias espacio-temporales, que se despliegan en el mundo de la visualidad. Nuevas formas de socialidad urbana y de apropiación visual de lugares híbridos (públicos/privados, físicos/virtuales) responden a nuevas demandas de experiencias espacio-temporales.
Asimismo, las nuevas configuraciones del espacio cibernético hogareño y la comunicación móvil[3] tienden a resignificar la relación público/privado: comunidades, territorios y recorridos electrónicos que se solapan con la ciudad real, conformando un nuevo ambiente público. Esta interactividad social así potenciada, (re)construye continuamente un imaginario urbano cambiante, global/local, una ecología local de señales materiales simbólicas e imaginarias de identidad, que producen impactos en la imagen de la ciudad y en sus lugares emblemáticos.
Así, las experiencias espacio-temporales tienden a deslocalizarse de su soporte territorial, generando ubicuidad espacio-temporal, simbólica e imaginaria. El nuevo género discursivo global – en forma monológica- construye realidades imaginarias con enunciados que distorsionan la espacialidad social preexistente mediante la introducción de sujetos y escenas estandarizados e indiferentes al sentido de lugar y al imaginario urbano local. El diseño impregna en sus múltiples géneros las prácticas sociales, y coopera en forma creciente en la virtualización y metaforización del espacio público, debilitando la concepción tradicional del mismo -lugar para el acceso libre e igualitario a los bienes comunes- conformando un nuevo tipo de espacio público contemporáneo cambiante, abierto tanto a lugares privados de uso público, como a la expresión de un espectro ampliado de subjetividades.
“La nueva generación de espacios públicos no son las plazas, ni siquiera las calles, sino…otros lugares más ambiguos que devienen en públicos a través del uso que la gente hace de ellos”
Esquinas
Las esquinas, calles y espacios verdes, componentes del espacio público, productos del trazado urbano indiferenciador, poseen características significantes particulares, ligadas a su forma y posición espacial en el mismo. Esta organización significante adquiere mayor complejidad con las ochavas, y, a través de la interacción con la trama parcelaria y el tejido construido, se carga de significados diferentes a medida que es habitado, simbolizado, imaginado, configurando ambientes semióticos singulares, únicos e irrepetibles. Por su configuración física, localización, accesibilidad, identidad social y paisaje, así como por las formas de apropiación experiencial por parte de individuos y grupos, constituyen bienes sociales irreproductivos, territorial y semánticamente no ubicuos. Esta singularidad y ubicuidad está siendo cuestionada por el nuevo discurso espacial global, que homogeniza y virtualiza espacios y localizaciones, produciendo “centralidades ubicuas”.
Las esquinas, a diferencia de las calles -con sus secuencias edilicias que controlan el movimiento lineal, unidireccional-, y de los espacios verdes –con su potencialidad de acceso multidireccional y movimientos libres a su interior-, ofrecen potencialidades locales de composición espacio-temporal que inducen expectativas de encuentro y favorecen la actividad relacional. Tanto las esquinas como los espacios verdes liberan al espacio de la opresión lineal de la calle. Con su redundancia en la trama urbana, configuran una red identitaria espacio-temporal que suma su carga visual y semántica a la imagen de la ciudad.
La restringida significación espacial de las esquinas y cruces -circular y atravesar encrucijadas en un espacio abstracto-, se compensa con la potencialidad lúdica que les confiere su configuración geométrico-visual, matriz generativa de centralidades locales. La cuenca visual extendida de cada esquina, su valor posicional, su forma -fachadas, veredas, ochavas-, y la interacción visual flexible, de posibilidades abiertas, en la intersección, puede sustentar ecologías diversas y cambiantes, fuente potencialmente inagotable de novedades perceptuales y comunicacionales. Los cruces mantienes su potencialidad de convertirse en plaza seca, con la peatonalización.
Los términos esquina: “arista, parte exterior del lugar en que convergen dos lados… especialmente las paredes de un edificio” y rincón: “ángulo entrante…en el encuentro de dos paredes… escondrijo o lugar apartado de la vista” (RAE), se oponen y vinculan geométricamente en un par significante, esquina/rincón que gira alrededor de la noción de centro instituido, cuya semántica refiere al “punto lúdico de reunión… vivido como lugar de encuentro con el otro, de juego”, y cuyo significante representa el “foco vacío…de la imagen que la comunidad se hace del centro” para la organización y la estructuración de la vida local. “…es el excedente necesario: todo conjunto significante contiene un elemento vacío que garantiza la validez plena de todos los elementos”.
Los usos cotidianos de los dos términos del par se implican y complementan dentro de espectros de sentido afines. Nociones asociadas al par esquina/rincón como panorama “paisaje…se contempla desde un punto de observación”, “fondo de la escena…da la sensación…de amplitud ambiental” y refugio “asilo, acogida o amparo”, “ocultamiento”, tipifican la semántica espacial de este recurso colectivo.
Las esquinas/rincones, como significantes materiales privilegiados del espacio público, instituyen complejos entramados espacio-temporales de significación, en los que se plasman los signos de la socialidad urbana, el despliegue de lo íntimo en el espacio público, y la activación del entorno.
La configuración espacial y el potencial de atracción de las esquinas les confiere gran aptitud para convertirse en lugar: su alta vocación para la expresividad cultural y el contacto social, las instituye como contextos narrativos para la construcción de relaciones sociales, el despliegue de identidades, hibridaciones culturales, a través de prácticas comunicativas intersubjetivas y actividades significativas, funciones imaginarias que se superponen a las de uso/consumo[9]. Como recursos materiales, simbólicos e imaginarios instituidos social y culturalmente, generan sentido de lugar que se incorpora a la fluida imagen identitaria de la ciudad.
“Un lugar se constituye a partir de ser habitado, vivido, cargado con orientaciones y memorias, afectos y liturgias… Un espacio pasa a ser un “lugar a partir del sentido que le es conferido por las interacciones físicas, afectivas y simbólicas de quienes lo frecuentan”.
Las esquinas instituyen ámbitos de significación para la conversación social conectando entre sí a individuos y grupos sociales en distintas situaciones comunicativas y diversos contextos: “co-construyen… una trama de relaciones de sentido…una realidad compartida”, actualizando el imaginario social y urbano; “la gente no solo reproduce las estructuras sociales por mero condicionamiento externo, sino que interpretan y paralelamente construyen contextos dentro de los cuales “se construyen a sí mismos” y las relaciones con otros” [11].
En especial, las esquinas/rincones son lugares donde el barrio deja su marca imaginaria en la ciudad (“la esquina del barrio era un refugio… el patio común de todas las casas del barrio..Por la entrada de la ochava, por las vidrieras de las dos calles, su luz avanzaba sobre la vereda. Ese ángulo luminoso era un…punto de referencia en la vida”), ampliando social e históricamente su implicación simbólica en este par significante “…la siguiente generación de la esquina tomaba su lugar en el más barato y accesible de los clubs”. La esquina se convierte en el barrio, su función es representar a su comunidad local para todas las otras esquinas, y por lo tanto se convierte en todas las esquinas. Es el ”eslabón hacia lo global”, pero también lo global “se achica a la dimensión del barrio”.
Las esquinas, consideradas como medios de comunicación local, al igual que las radios y diarios locales “…participan del entramado social de las relaciones interpersonales del lugar….los públicos locales se consumen a sí mismos y a sus redes de relaciones próximas en los medios locales…”, constituyen anclajes territoriales.
Las esquinas son también signos distintivos del paisaje comercial local. La variedad de usos, modalidad de ocupación y riqueza de comportamientos en las avenidas comerciales, inciden directamente en la diversidad del paisaje público: su persistencia sustenta la identidad, vitalidad económica y animación ambiental del entorno. El potencial de visualización y de atracción desplegado en las esquinas de las avenidas comerciales, volcado al espacio público, es un recurso estratégico cuyo valor posicional y atributos de visualización la normativa urbana de Buenos Aires no protege.
Las esquinas de avenidas comerciales, como objeto privilegiado de apropiación estratégica de atributos espaciales, visuales y/o patrimoniales, forman parte de la estrategia locacional de grandes empresas comerciales y cadenas globalizadas, que tienden a adoptar un funcionamiento discursivo global que, con pautas de diseño homogenizantes, tiende a desentenderse de la sintonía cultural, de la vocación social de las esquinas y del sentido de lugar, produce pérdidas semánticas en el paisaje local. Al fluctuar con la coyuntura económica y con las tendencias del mercado, pueden volcar usos carentes de animación (ej. bancos y servicios administrativos) en las esquinas, a expensas de otros usos comerciales de carácter recreativo-cultural y/o con riqueza perceptiva/visual, que responden más cabalmente a la vocación espacial social de las esquinas, y con mejores atributos para reforzar/generar la vitalidad económica y la animación ambiental de las avenidas.
La visión abstracta e indiferenciada de la normativa urbana sin un monitoreo basado en una comprensión semiótica de los procesos de transformación de la ciudad, y sin evaluación de impactos en la identidad, sinergia y diversidad del paisaje público, carece de competencias para contrarrestar apropiaciones pragmáticas reductoras de la potencia discursiva de la ciudad: los usos permitidos en las esquinas y la calidad del paisaje comercial han quedado a merced del libre juego de la visión racionalista del mercado, a una apropiación utilitaria, no semántica, del espacio, que ignora dimensiones que no posean valor de cambio.
Asimismo, los espacios públicos carecen de una normativa paisajística que permita gestionarlos como unidades urbano-ambientales del tejido, atendiendo a la variedad y la complejidad de la trama local, ya que las intervenciones arquitectónicas parcelarias siguen tendencias y localizaciones dictadas por el mercado, no logrando actualizar en forma coordinada la visualidad y usos previstos en el modelo normativo. El territorio urbano y su patrimonio cultural e imaginario sólo parecen existir para los agentes de la oferta inmobiliaria, que poseen el conocimiento pragmático y global de lo urbano, y el poder para participar en la definición de los modos de producción del espacio y de la imagen de la ciudad.
También se dan apropiaciones de la vía pública en las esquinas con usos incompatibles con la vida vecinal, que las convierte en espacios de nadie, vistos como lugares ajenos, no apropiables, y por lo tanto aptos para dejar residuos materiales, que no dejan huellas simbólicas; como lugar de trabajo de cartoneros (espacio de todos para cualquier uso); como parada para transacciones comerciales ambulatorias de bienes, servicios sexuales, etc.
También, la política “de lugares”, la apropiación cultural de las esquinas como marcas simbólicas para insertar la imagen de la ciudad en los mercados globales (marketing urbano), utilizándolas como recurso para lograr vitalidad económica basada en el turismo, puede producir efectos de trivialización o de distorsión del discurso social local por imposición de criterios centrales.
Resulta paradójico que, tan imbricadas como están las esquinas en la vida social de la ciudad –y altamente referenciadas en la literatura, música, arte, discursos, imaginarios urbanos-, no posean identificación más que la compartida informalmente con las otras esquinas en el cruce, denominadas en conjunto a través del nombre de dos calles. Los vecinos podrían proponer nombre a aquellas esquinas y/o cruces que condensen significados construidos a partir de usos e interacciones locales apropiados por la gente.
Una política de protección de los espacios públicos -en la que las esquinas tengan relevancia estratégica en la construcción de la imagen global de la ciudad-, requiere un programa global de rescate y/o preservación de la capacidad potencial de las esquinas para la socialidad urbana y de afirmación de su rol en imaginario local.
Las esquinas, lugares paradigmáticos de encuentro público –nunca como ahora ágoras virtuales efímeras, estaciones de itinerarios personales en una navegación de carácter hipertextual- como recursos espaciales estratégicos, pueden extender su potencial para satisfacer nuevas formas de reunión, preservando su capacidad dialógica y de (re)significación, estabilizando la imagen de la ciudad. “…pueden relocalizar la dislocación de los universos de sentido, como dispositivo espacial/imaginario para crear sentido en la ciudad”
Bibliografía sobre Esquinas
Monsivais, Carlos: El Santuario de las Citas, un Ensayo sobre las Esquinas. En FORUM 2004, Barcelona 2004
Verbitzky, Bernardo. La Esquina. Editorial Sudamericana. Bs.As. 1953
Delgado, Manuel. De la Ciudad Concebida a la Ciudad Practicada. Artículo en Internet.
“Encendiendo el móvil, apagamos la calle”. Bauman, Zygmunt. Identidad. Editorial Losada, 2005 (pg. 63)
[7] Barthes, Roland: La Aventura Semiológica. Paidós, Barcelona 1990
[9] “recubre al espacio físico y hace uso simbólico de sus objetos” (Léfebvre, The Production of Space, 1991)
[10] Margulis, Mario, 1994
[11] Vizer, Eduardo A. La Trama (in)visible de la Vida Social: Comunicación, Sentido y Realidad. La Crujía Ed, 2006. (pg.119 y 181)
Verbitzky, Bernardo. La Esquina. Editorial Sudamericana. Bs.As. 1953 (pg.192)
|
En serio gracias por una lectura entretenida!