El objetivo primordial de la Segunda Bienal de Canarias se centra en desarrollar una serie de reflexiones sobre el Paisaje Contemporáneo desde una posición crítica que permita interpretar el territorio y contribuir a crear un laboratorio continuo de investigación y análisis en el ámbito de la Macaronesia y del Archipiélago Canario en particular. Para ello, plantean un diagnóstico en base a dos argumentos: TERRITORIO– PAISAJE EN CLAVE DE PRODUCCIÓN Habitamos, y es por suerte una aventura apasionante, sobre un territorio interinsular. Las Islas Canarias y los archipiélagos de la Macaronesia constituyen uno de estos territorios de Mar y Tierra, donde cada uno de ellos se mantiene en la tensión suficiente para relatar su aparente lejanía, al tiempo que se sienten cercanos. Territorios insulares sumidos en una realidad cada vez más compleja, bella y entrañable, en ocasiones frágil e inestable. Islas autónomas vinculadas a un sistema estructural de escala superior, que conduce a cuestionarse la autonomía insular. Así, las interrelaciones de las personas, en este medio y contexto actual, construyen un entramado que supera la realidad espacial del territorio. Se estrechan los vínculos entre-islas, a la vez que nos situamos en la urdida red internacional. Este nuevo estadio espacial del territorio implica una re-sintonización de los parámetros que regulan la organización administrativa, ello obliga a replantearse los aspectos geográficos, culturales, sociales, económicos y ambientales. En la evolución y transformación de esta realidad, el paisaje se afronta reconociendo las estructuras territoriales. Paisaje de redes, que abastecen el territorio y dibujan su estructura básica, conformado esencialmente por la superposición de las estructuras, en sus distintas escalas, con la topografía. Sistemas de relaciones entre elementos y dimensiones naturales y artificiales. Las lecturas del territorio desprendidas de esta premisa, inducen a considerar la necesidad de espacios de convivencia para el individuo, alejados de los ritmos frenéticos y acelerados de la movilidad, percepciones fugaces que alimentan nuestra memoria. Las estructuras y las infraestructuras marcan el desarrollo urbano, desencadenan los procesos de transformación de la Tierra. Las relaciones Hombre-Tierra deben buscar el equilibrio, el desarrollo sostenible, interacciones estables entre ecología y tecnología. Las relaciones estructurantes entre las componentes y sistemas del territorio constituyen el paisaje de acontecimientos que nos envuelve y atrapa cotidianamente. La producción del mismo precisa su comprensión previa, asimilar cómo es. Una vez conseguido este estadio podemos pensar en la intervención. La lectura del territorio como paisaje de acción nos convierte en actores principales. La capacidad de producción del hombre desde su más honda condición de ser humano le hace protagonista de una paradoja innata a nuestro paso por la vida. Contribuimos a la producción de los escenarios de nuestro hábitat que continuamente debemos revisar para adecuarlos a las condiciones cambiantes de nuestro mundo. HÁBITAT – PAISAJE EN CLAVE DE CONSUMO. La filosofía, el urbanismo, la pintura, la arquitectura, el cine, la fotografía entre otras disciplinas, han alimentado un imaginario que evoca un hábitat en total sintonía con el paisaje. En Canarias esta actitud viene alimentada por las voces de los viajeros británicos o de los botánicos que recorrieron los escenarios más idílicos buscando imágenes románticas de un paraíso habitable. Las claves de la construcción del paisaje insular se remontan no sólo a la historia local, también hay que bucear en las lecturas que aporta un recorrido por la estética occidental que nos ancla en el mundo. Definir el concepto de paisaje es una tarea prácticamente imposible, como construcción cultural depende de las lecturas que hagamos de este hecho en cada momento. La literatura canaria y el propio arte poseen una producción rica en imágenes. Desde principios del siglo XX Canarias se proyecta hacia el exterior como paraíso invernal, como lugar donde disfrutar de buen clima durante todo el año. La utopía moderna del paraíso en la tierra estimula la búsqueda de esos espacios míticos que parecen existir en las Islas Afortunadas. A comienzo de los años 60 Canarias reconvierte su economía agraria en la industria turística y se convierte en destino preferente de grandes masas de visitantes que buscan deleitarse con su paisaje, tomar baños de sol y disfrutar de la playa y del confort ambiental. La inexistencia de una estrategia de ocupación del espacio hace que surja una serie de episodios individuales guiados por la lógica del máximo aprovechamiento. El consumo y el ansia de la costa genera en las islas una explosión inmobiliaria de baja calidad arquitectónica que busca asentarse en franjas costeras. A pesar de todo, las grandes inversiones conducen a la sociedad canaria hacia la deseada sociedad del bienestar. Esto contrasta con la exigencia de espacios paisajísticos para el deleite. Frente a esta paradoja, Canarias actualmente posee unas condiciones paisajísticas que merece la pena preservar frente a otros contextos. De los catorce Parques Nacionales del estado, cuatro están en Canarias a lo que se suman ciento cuarenta y dos espacios naturales catalogados. La protección de importantes zonas del territorio resulta imprescindible. Lo cierto es que los paisajes expresan las consecuencias positivas y negativas de nuestras acciones, de los complejos procesos interdisciplinares originados desde el principio de los tiempos. Producir para consumir y consumir para seguir produciendo, éste es el círculo, aparentemente cerrado, símbolo de los ciclos activos que mantienen el paisaje cambiante. Contacto: 2ª BIENAL DE CANARIAS Arquitectura, Arte y Paisaje |
Segunda Bienal de Canarias
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